La energía telúrica de la Madre Tierra tiene un gran efecto regenerador sobre los cristales, ya que es la cuna en la que nacieron. Enterrados en su seno, y gracias a las fuerzas magnéticas que emanan de ella, los cristales abandonan su carga negativa y recobran sus propiedades primigenias. Sólo hay que enterrarlos en un lugar seguro (un tiesto, nuestro jardín...) y dejarlos reposar durante tres días y tres ncohes. Si los enterramos en lugares con plantas, éstas contribuirán a su recarga, y además se beneficiarán al mismo tiempo. Lo mejor es cubrir las piedras con tierra esponjosa o con arena ligeramente humedecidas. Una vez desenterrados, conviene lavarlos con agua.
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