
En un lugar tranquilo, ya sea sentados o acostados, podemos convertirnos en purificadores de nuestro cristal. Para hacer este ejercicio, es importante estar seguros de que nos encontramos en un estado energético positivo, estable y limpio; ya que cualquier inseguridad o preocupación podría interferir con el ejercicio o volver a contaminar el cristal.
Con el cristal entre las manos, imaginaremos en el punto de nuestro entrecejo una luz blanca y transparente, capaz de proporcionar fuerza y calor, que guiaremos a través del cuerpo hasta nuestras manos donde, convertida en una esfera de intensa luz, guardará en su centro el cristal. Esperaremos unos minutos, concentrándonos en la recuperación de la pureza del cristal y su potencial original, libre de cualquier contaminación que haya podido afectarle.
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